El franquismo

Escrito por José Manuel Pedrós García
Viernes, 24 Noviembre 2017 16:27

Han pasado ya más de cuarenta años desde la muerte de Franco (el pasado día 20 hizo exactamente 42). Una parte importante de la población sigue aceptando como válido el «cuento» franquista, y la democracia española aún no ha superado la batalla de ese cuento, en el que el régimen dictatorial, que nos tuvo «secuestrados» durante casi cuatro décadas, aún no ha sido condenado por la historia.
 
Todavía hay mucha gente que piensa que el golpe de Estado de Franco fue necesario. En 1936 hubo muchas muertes violentas en España; la crisis económica era enorme; los partidos políticos no se entendían y el desgobierno era palpable. El Ejército —opina esa gente— no tuvo más remedio que imponerse para alejar el caos de nuestras tierras.
 
En 1980 y 1981 ocurría algo similar. Había terrorismo en las calles y muertes violentas; la crisis económica era muy grave y el gobierno no controlaba aquel panorama desolador. Tejero y algunos militares quisieron dar un golpe que finalmente fue abortado; y si todos, sin apenas fisuras, pensamos que lo que hizo Tejero en 1981 fue una barbaridad condenable, ¿por qué no pensamos lo mismo de lo que hizo Franco en 1936?
 
El PP nunca ha condenado de una forma clara, incuestionable y concreta ni el franquismo ni el golpe de Estado de 1936. ¿Cómo es posible que más de cuarenta años después de aquel régimen nefasto, casi la mitad de la población siga aceptándolo, y nuestra democracia no haya ganado aún la partida a esa historia?
 
Lo cierto es que esos 40 años de propaganda franquista no fueron gratuitos. Sin embargo, a menudo se ha pretendido combatir el régimen del dictador con un relato tan falaz como el que el franquismo ha desplegado; y buena parte de la izquierda considera que durante la guerra civil todos los republicanos eran magníficas personas, incluso todos aquellos que mataron con frialdad a mujeres y a niños, o a cientos de curas y monjas, indefensos e ingenuos, cuyo único delito era pertenecer al clero; o que eran casi unos ángeles aquellos republicanos que se mataban entre ellos por pequeñas discrepancias; o los anarquistas que atentaban sin ninguna razón contra los que no lo eran. Y se cree que todos esos republicanos, anarquistas y comunistas eran, además, consumados demócratas, cuando no era así.
 
En cualquier guerra, los instintos más bajos de las personas se magnifican; por un trozo de pan o una manta se mata al vecino; y todo aquel que no piensa como tú es un enemigo al que hay que aniquilar. Pero ¿eso justifica los atropellos y las matanzas indiscriminadas que se cometieron en ambos bandos?
 
A todos los que combatían a los golpistas, incluidos los que mataban a sangre fría a inocentes, les amparaba una «lógica política», porque luchaban por el mantenimiento de la República que el pueblo había elegido democráticamente, pero no les amparaba ninguna «razón moral», y algunos eran sólo unos vulgares asesinos. No creían en la democracia, pero luchaban por un régimen político (la Segunda República) que con todas sus anomalías y defectos era una democracia. Eso parece ser lo cierto; pero la mentira que se ha gestado alrededor del antifranquismo lo único que ha hecho ha sido reforzar la historia del franquismo: Su historia y los asesinatos cometidos después de la guerra, con los que se pensaba exterminar a todos los que tuvieran ideas diferentes a las del Movimiento Nacional, para implantar así su pensamiento único.
 
Ahora hace 42 años que murió el dictador, y ya va siendo hora de que la historia lo coloque en el lugar en el que se merece, y se condene de una manera clara y sin fisuras —y por todos los partidos políticos, incluido el PP—, su régimen absolutista.
 
José Manuel Pedrós García

 

 

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