Banderas

Escrito por José Manuel Pedrós García
Viernes, 13 Octubre 2017 15:58

Durante esta semana hemos visto en varias ciudades españolas manifestaciones masivas de ciudadanos con banderas de diferente índole y color.
 
Por una parte, estaban los que agitaban la bandera española, junto con gritos en contra del separatismo catalán, apoyados, incluso, por algún miembro destacado del gobierno; y por otra, los que ondeaban banderas blancas, solicitando diálogo y serenidad. Aunque también es cierto que se había promovido en Barcelona una manifestación masiva en la que la bandera española y la de Cataluña se mezclaban, o convivían, con cierta armonía, y donde sus promotores, o sus cabezas visibles, solicitaban diálogo pero sin salirse de la ley y la Constitución.
 
En estos momentos, creo que no nos sirve, en absoluto, caldear la polémica, fomentar la discordia, el enfrentamiento, la agresividad y la violencia; demandar con urgencia la aplicación del artículo 155 de la Constitución y, como remate, si es necesario, enviar al ejército a Cataluña, algo que, en cualquier caso, se nos antoja totalmente desproporcionado, contraproducente y reprobable.
 
Creo que no es ese el camino. Como suele decirse, no se le puede echar gasolina al fuego, sobre todo porque los ánimos ya están suficientemente caldeados; y lo que en estos momentos se requiere es todo lo contrario: enfriarlos hasta que se apacigüen.
 
Sin embargo, creo que es más sensato no enarbolar bandera alguna —las banderas siempre dividen—, o, como mucho, levantar sólo la bandera blanca de la paz, solicitando a los políticos que dialoguen hasta la saciedad, hasta que lleguen a un consenso, para que reine la armonía, y la concordia sea sólo lo que dirija cualquier encuentro. A todos los políticos, ya sean constitucionalistas o independentistas, se les llena la boca diciendo que han estado promoviendo el diálogo desde diferentes ángulos, sin poder conseguir nada de sus interlocutores, algo, por otra parte, cuestionable; pero no se puede dialogar partiendo de unas premisas inamovibles.
 
Para que el diálogo sea fructífero hay que empezar desde cero, sin poner ningún requisito inicial, ningún impedimento; estando en condiciones de condescender, y no de imponer a la parte contraria ideas y doctrinas que no comparte, aunque estén justificadas por la ley, entre otras cosas, porque no todas las leyes son justas ni beneficiosas para la población. Incluso, en algunas ocasiones, las leyes son sólo favorables para los que las conocen y pueden eludirlas.
 
Hemos de partir de unas bases que se puedan acoplar a cualquier criterio: La Constitución es reformable; la consulta popular es algo democrático y viable; el esfuerzo para consensuar criterios es necesario; y el llegar a un acuerdo que serene los ánimos en beneficio de todos, y sobre todo en beneficio de la paz, es algo que urge en estos momentos de desavenencias y discordias, para que los pactos promuevan la paz y la cólera se transforme en calma.
 
José Manuel Pedrós García

 

 

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