Turbulencias

Escrito por José Manuel Pedrós García
Viernes, 02 Junio 2017 15:43

Atravesamos una época de turbulencias políticas, no sé si debido a la crisis económica que se fraguó hace unos años, y de la que todavía arrastramos sus consecuencias, o debido quizá al desencanto de una población que ve a diario cómo sus políticos no son capaces de sacar adelante medidas que estabilicen la situación desigual que atravesamos, en la que la distancia que hay entre ricos y pobres es cada vez mayor, habiéndose barrido a la clase media, mientras se ha producido una brecha insalvable entre poderosos y necesitados, tan grande, que parece imposible que pueda llegar un momento en el que entre ambas clase sociales el espacio existente pueda llegar a ser mínimo.
 
Si antes de producirse la crisis existía entre la población un cierto bienestar económico y social, una satisfacción aceptable, y había una mayoría de trabajadores con un sueldo decente, que les permitía llegar a final de mes y permitirse algún capricho y algunas vacaciones, ahora se ha agudizado la situación, los trabajos que existen son cada vez más precarios y los sueldos no les permiten a muchos ningún desliz, hasta el punto de que, si antes los pobres de solemnidad eran aquellos que no tenían trabajo alguno, ni expectativas o posibilidades de encontrarlo, ahora hay muchas personas que, aun teniendo trabajo, tienen que ir cada día a la cola de los comedores sociales, porque su sueldo no les permite ni llegar a fin de mes, ni comer adecuadamente.
 
Por otra parte, muchas de las pequeñas empresas han tenido que cerrar sus puertas ante la imposibilidad de mantener su actividad económica con un margen adecuado de beneficio, en cambio los grandes empresarios ven cómo aumentan sus fortunas desorbitadamente, los balances de fin de año arrojan cada vez unos ingresos mayores, se reducen los gastos de personal, se disparan las ganancias y su patrimonio aumenta.
 
Todo esto no pasa desapercibido a los ojos de una mayoría, que cada vez se vuelve, razonablemente, menos silenciosa, ante el agravio, la humillación, la burla y el menosprecio, al que se ven sometidos todos esos que aún caminan con la cabeza bien alta, porque entienden que la pobreza no es sinónimo de deshonra, ni el trabajo precario les produce vergüenza. Precisamente, quienes tenían que avergonzarse de su actuación son todos esos políticos a los que se les ha pillado con las manos donde no debían, y a todos esos empresarios que compran con dádivas y regalos a los políticos que han de adjudicar obras y empleos públicos, y no las adjudican al mejor postor sino al que más les llena los bolsillos a ellos y a su partido. Pero éstos tampoco sienten ningún tipo de turbación y aún tratan de justificar su actuación y de salir airosos de la contienda, lanzando sus diatribas contra los que se ven perjudicados por su conducta, como si ellos fueran también los perjudicados por la situación general, y contra los fiscales y jueces que reprueban y condenan sus acciones.
 
No sé con exactitud si todo esto es lo que ha provocado que los votos de los ciudadanos cambien de orientación en las últimas elecciones, aunque, desafortunadamente, todavía hay quien apuesta por lo malo conocido; pero lo que sí parece cierto es que, si esta crisis, en muchos países está tendiendo a mitigarse, minimizando sus consecuencias, aquí en España aún no se ha estabilizado el empleo, ni han aumentado los sueldos de los trabajadores, ni, por mucho que nos digan ciertos políticos, esto tiene visos de resolverse a corto plazo, lo que está provocando que los miembros de algunos partidos se pongan nerviosos ante las turbulencias que atravesamos, porque ven que su credibilidad se tambalea, su poder se debilita y, en consecuencia, sus beneficios económicos se cuestionan y disminuyen.
 
José Manuel Pedrós García

 

 

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