No a la guerra

Escrito por Ramón García Ortín
Viernes, 27 Noviembre 2015 11:51

Bajo el lema de NO A LA GUERRA,  en febrero del 2003, millones de ciudadanos de todo el mundo, sobre todo de Europa, protagonizaron la primera protesta a nivel global de  la historia de la humanidad contra un conflicto, contra la invasión de Irak. El diario El País el 16 de febrero del 2003 describía lo ocurrido en España de la siguiente manera "Una marea humana sin precedentes clamó ayer en todas las ciudades españolas por la paz y exigió al Gobierno que desista de su apuesta por solventar la crisis de Irak con una intervención armada. La avalancha de manifestantes desbordó todas las previsiones y superó a las mayores manifestaciones que han llenado las calles en momentos señalados...En Madrid, según la estimación de este periódico, se manifestaron unas 991.000 personas. Y en Barcelona, según la Guardia Urbana, fueron 1,3 millones". En total se calcula que protagonizaron la protesta en la calle más de 10 millones de españoles, las encuestas cifraban en un 90% de nuestros conciudadanos que estaban en contra de la guerra. En otras ciudades europeas ocurría algo similar, como ejemplo Roma donde entre dos y tres millones de personas marcharon contra la invasión de Irak. Pero también en la mayoría de países árabes.

La paz, es un valor de la mayoría de los ciudadanos de los países europeos y occidentales, pero también de la mayoría de los ciudadanos árabes, de los americanos, de los asiáticos, de los africanos. Pero existe una minoría, que en el caso de la guerra de Irak estaba representada por los Bush, Tony Blair y J.M: Aznar, el llamado trío de las Azores, en el que la paz no es uno de los valores que los caracteriza. No todos tenemos los mismos valores aunque vivamos en el mismo país, de la misma manera que no todos tenemos la misma moral y principios que los Fabras, Bárcenas o Pujoles aunque sean paisanos nuestros.

A raíz de los salvajes atentados en París el pasado 13 de noviembre, el presidente de la República Francesa, François Hollande, se autoerigió en representante y defensor de los "valores occidentales", ocultando que los terroristas que cometieron los crueles asesinatos indiscriminados esa noche comparten con él uno de "sus" valores: los ataques a la población civil como arma psicológica  para deshacer la moral del enemigo. Para verificar eso no hace falta recurrir a los sucesos de la Segunda Guerra Mundial, donde los alemanes bombardearon las ciudades inglesas con este fin y viceversa, solo en los bombardeos de Dresde murieron cerca de 30.000 personas la mayoría civiles por bombas incendiarias. Los estadounidenses al final de la guerra lanzaron sobre la ciudad de Tokio toneladas de bombas de napalm que quemaron un cuarto de la ciudad y mataron a más de 100.000 civiles, la mayoría quemados vivos, Hiroshima y Nagasaki no necesitan comentario. Sin salirnos de nuestro país no podemos olvidarnos de los bombardeos de los fascistas sobre Guernica, Alcañíz, Xátiva, Málaga...con el mismo objetivo. En Siria a día de hoy siguen causando estragos entre la población civil, porque a pesar de que a veces  se nos ha querido vender que el motivo de la intervención militar en esta zona son razones humanitarias, lo cierto es que los aviones de los países de la OTAN y ahora también los de Rusia no descargan precisamente bocadillos. La única "diferencia" es que si se muere por un acto terrorista en París entonces se tiene familia y amigos que te lloran, pero si te matan en un bombardeo o en una acción de guerra en Siria, Irak, Afganistán... entonces te convierten a la categoría de daño colateral y así visto desde el aire y a gran altura pasas desapercibido. La frialdad y descaro con que tratan los dirigentes occidentales el tema de la guerra que tanto sufrimiento está causando, estremece y pone de manifiesto la catadura y naturaleza, no solo los de estos dirigentes, sino fundamentalmente la de la gran burguesía que ostenta el verdadero poder de los estados.

Al mismo tiempo tratan de distraer la atención pública del verdadero origen del problema, presentando el conflicto como una  confrontación, aparecida por generación espontánea, entre la cultura judeo-cristiana y la islámica, cuando en esta guerra no intervienen ni dioses, ni Cristo que lo fundó. El asunto que se dilucida en ella es el control de una de las materias primas más importantes tanto para la industria energética como de la industria química en todos los estados, el petróleo.

A raíz del debilitamiento y disolución de la Unión Soviética, algunos países productores del Golfo Pérsico vaticinaban que sin el contrapeso de la URSS, el expansionismo estadounidense, sería inevitable, como así ocurrió y está ocurriendo. A finales de 1989 cae el muro de Berlín; en 1990 comienza a disolverse la URSS y sin mas tardar en Enero 1991 la alianza encabezada por los EEUU comienza la intervención bélica en Irak, habían perdido el miedo.

Pero quienes son capaces de desatar la ruina, la desolación, la amargura, la muerte de millones de personas en Oriente Próximo, están utilizando y potenciando  el terrorismo como coartada para asaltar y restringir las libertades y derechos de sus propios conciudadanos. Porque lo que está sobre el tapete no es una guerra de oriente contra occidente sino la confrontación de la gran burguesía imperial con el resto de la sociedad, tanto en Europa, como en Asia, tanto en África como en América.

Frente a una burguesía que no tiene ningún escrúpulo, ni más valores que los del poder y el dinero hay que oponer los que han hecho avanzar nuestra sociedad en todos los rincones del mundo, los de la solidaridad, de la paz, del socialismo, de la igualdad y la justicia con mayúsculas. Acabar con sus guerras depende no solo de las movilizaciones en la calle, también de pararle los pies en fábricas y centros de producción, de hacer que el miedo cambie de bando.

Ramón García Ortín

 

 

SUCESOS

SALUD