Lo que está ocurriendo últimamente en Gaza ha desplazado nuestra mirada hacia la guerra de Ucrania. Vivimos unos tiempos convulsos en los que las noticias son todas efímeras y perecederas, y eso hace que lo que hoy es noticia por su dramatismo o su magnitud, mañana no lo sea porque otra tragedia impacta en algún lugar del mundo y sustituye a la anterior.

La invasión de Gaza por las fuerzas israelíes es algo que nos sobrecoge cada día. Parece que Netanyahu estuviera esperando un atentado terrorista para justificar el despliegue militar de la forma que lo ha hecho. Es tan intenso el acoso, que atentan contra periodistas para que no muestren lo que allí ocurre, y contra ayuda humanitaria, para que los gazatíes mueran de hambre. De hecho se sabe que cada vez están muriendo más niños de desnutrición en la Franja de Gaza, y privar de alimentos a propósito a la población más vulnerable es un crimen de guerra.

El relator especial de la ONU sobre Derecho a la Alimentación asegura que «Israel está matando de hambre a los palestinos de manera intencionada y tendrá que responder por crímenes de guerra y genocidio». Y mientras los gazatíes están al borde de la hambruna por la ofensiva israelí, EE UU, que siempre fue su protector, se resiste a apoyar un alto el fuego inmediato.

Una de las últimas incursiones bélicas fue el día 2 de abril, en el que atentaron contra el convoy de la ONG de José Andrés que llevaba alimentos allí. El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, se ha apresurado a decir que su ejército mató de forma «no intencionada» a los siete trabajadores humanitarios de la ONG World Central Kitchen (WCK) que murieron en la madrugada del martes, día 2 de abril, en la Franja de Gaza, y ha destituido a los dos comandantes que parece ser que fueron los causantes del flagrante error. Sin embargo, es posible que el hecho de que la ONG sea americana, aunque su fundador sea español, le haya hecho pensar que no debe entrar en conflicto con los americanos; porque el primer ministro ha reiterado que el suceso será investigado de forma exhaustiva, indicando que «estas cosas suceden en la guerra, pero que se hará todo lo posible para que no vuelva a suceder».

El ejército israelí anunció que el Mecanismo de Investigación y Evaluación de los Hechos, una entidad militar independiente, se haría cargo de la investigación del ataque, que ha llevado a la ONG a suspender sus actividades en la región. ¿No sería mejor que fuera una institución ajena al ejército de Israel la que se ocupara de dicha investigación? ¿Ese «haremos todo lo posible para que no vuelva a suceder» es suficiente? ¿La muerte de siete colaboradores, que iban allí a llevar alimentos a la población, se pueda zanjar de esa forma?

A la humanidad le ha costado muy cara la decisión caprichosa de la ONU de dividir Palestina para que los judíos pudieran ocupar un territorio que les correspondía —según ellos— por decisión divina, moral e histórica.

La primera guerra árabe-israelí empezó el día 15 de mayo de 1948, cuando la ONU acordó hacer aquella división, que ha hecho que el estado de Israel se apropie cada vez de más territorio palestino.

Quizá Occidente se creía en deuda por no haber frenado a tiempo el genocidio nazi, y la penitencia se convirtió en simpatía hacia los judíos, que jugaron muy bien su papel para que la creación de su estado tuviera la aceptación mundial.

Los judíos tenían infraestructura económica e institucional pero les faltaba el territorio, y se lo quitaron a Palestina. Ahora, ese genocidio indiscriminado que los nazis cometieron contra ellos, tan criticado por todos los países, es el mismo que ellos están practicando contra el pueblo palestino.

Muchas veces nos falta memoria, porque nunca creemos que es lo mismo lo que los demás nos hacen a nosotros, que lo que nosotros hacemos a los demás, aunque lo nuestro sea tan grave o más.

Sin embargo, Aznar, que hace tiempo que está en la órbita de otra galaxia, dice que Palestina no existe y que nunca existió. Quizá no estaría mal que visitara de vez en cuando al psiquiatra. Hace ya unos cuantos años que necesita una profunda revisión psicológica, porque vivimos en unos tiempos tan convulsos que «hasta los dioses deben ir al psicólogo».