La Casa del Gran Hermano

Escrito por Carlos Gil Santiago
Viernes, 30 Diciembre 2016 11:10

Que la transparencia en política es, todavía, una asignatura pendiente es algo que no escapa a nadie que esté medianamente informado en este tema. Los partidos políticos, todos, tienen sus aparatos de fontanería subterránea que se encargan de reparar sus asuntos internos sin que trasciendan, paso a paso, a la opinión pública.
 
Sin embargo, en las últimas semanas, quizá ya meses, venimos viendo, en Podemos, una aparente excepción a esta forma de actuar. Los enfrentamientos y reconciliaciones continuadas entre Iglesias y Errejón amenazan con acabar siguiendo un guión similar al de Marcos y Eva (Fran Perea y Verónica Sánchez) en Los Serrano.
 
El problema no es tanto el seguimiento voluntario de quien quiera atender a este romance encontrado sino la artificialidad que, continuamente, se deja ver en sus escarceos. Lo de Podemos no es transparencia, sino publicidad. Hace unos meses, desde que dejaron de ser una ficha útil en el tablero político, la amenaza de desaparecer de la escena mediática comenzó a ser la mayor preocupación de una formación nacida al amparo de las tertulias televisivas y que ha basado su espectacular crecimiento en la atención recibida por los medios de comunicación.
 
Habiendo quedado fuera en los pactos para la formación de Gobierno y, además, sin ser el único baluarte en la oposición, vista la actitud adoptada por todos los grupos del Congreso, era necesario organizar algo para mantenerse como noticia permanente en los medios.
 
¿Y hay algo que venda mejor que una riña? Si Gran Hermano es Gran Hermano es por las broncas y enfrentamientos que se crean, natural o artificialmente, dentro de la casa. Si Telecinco sobrevive con la programación de sus infinitos “Sálvame” es porque son muchos los espectadores a los que atrae más una buena riña que un razonamiento coherente. Y esa es la nueva estrategia de Podemos para llegar vivos y con expectativas electorales suficientes hasta el final de esta legislatura.
 
El problema es que el recorrido va a ser corto y que los espectadores pueden llegar a cansarse de la artificialidad de las discusiones antes de lo que ellos precisan. Su Asamblea de Vistalegre II o, lo que es lo mismo, su refundación, tan poco tiempo después de su fundación, se acerca y no estará justificada la continuidad en el enfrentamiento, salvo que empecemos a hablar de segregaciones y escisiones, que resultarían letales en una formación de tan corta vida.
 
La necesidad de mantenerse en la primera página de los diarios es un arma de doble filo para las formaciones políticas. Si, por un lado, es la forma de que los ciudadanos no nos olvidemos de su existencia, por otro, genera una obligación de fabricar continuamente noticias que sean de interés para la opinión pública y que, como consecuencia, sigan siendo atendidas por los medios de comunicación. Si, como puede parecer, Podemos se acaba convirtiendo en una pelea de gallos, los electores seguirán sabiendo de su existencia pero perderán gradualmente su confianza, constatando que la “nueva política” que ofrecían encierra, si cabe, aún más ansias de poder que la política tradicional.
 
Mientras prime su capacidad de generar noticias por encima de su capacidad de plantear propuestas alternativas serias, coherentes y justificadas, que muestren su capacidad de postularse como verdadera alternativa no pasarán de ser un producto publicitario útil para la atracción de telespectadores pero no para generar confianza en el electorado. Es más, la trascendencia pública y diaria de enfrentamientos y reconciliaciones acabará por alcanzar el hartazgo si se explota como filón publicitario. Sin duda, con el tiempo, los espectadores-electores prefieren oír hablar de propuestas, de alternativas, de planteamientos serios que nos lleven a generar o a mantener la confianza en un Partido que, durante algunas semanas, quiso amenazar con ser algo más que una alternativa de gobierno. Si, por el contrario, la “nueva política” venía solo a entretenernos, era realmente prescindible en nuestra vida pública. Al fin y al cabo, Gran Hermano siempre será Gran Hermano.
 
Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites

 

 

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