Renuncio a ser vicepresidente del gobierno

Escrito por Alfredo Castelló Sáez
Viernes, 08 Abril 2016 15:47

“Si el problema es que yo sea vicepresidente, no hay problema, renuncio a serlo”. Así se expresó Pablo Iglesias ante la prensa para hacer ver que a él lo de los cargos le parece un tema menor y, de paso, demostrar que solo está allanando el camino a la consecución de un gobierno bolivariano-progresista. Pura fachada.
 
Todo en Iglesias y Podemos es “postureo”, pero especialmente falso e impostado todo lo actuado, nunca mejor dicho, después de las elecciones. Dejó en ridículo a Sánchez al comparecer con “sus” cinco ministros y él como vicepresidente a la vez que Sánchez despachaba con el Rey sin enterarse de nada. Al rememorar en el Congreso la “cal viva” de Felipe González y los GAL voló cualquier puente de entendimiento con el PSOE, por supuesto con toda la intención. El beso en la boca con Domenech, líder de En Comú Podem — en imitación de esos dos grandes demócratas que fueron Breznev y Honecker — fue puro marketing, pero de lo más hortera y vacuo que se puede interpretar en política. Las descalificaciones predeterminadas a Ciudadanos y a Rivera y de éste a Iglesias (que si tu enchufas a tu cuñado, que si tu enchufas a tus novias) no tienen otro objetivo más que dinamitar cualquier posibilidad de consenso, por remoto que fuera, de un pacto a tres — además de conseguir, con semejantes argumentaciones, elevar a la vieja política a los altares de la calidad parlamentaria —.
 
Ciertamente, Sánchez y Rivera no le andan muy a la zaga. La firma de su pacto de investidura y gobierno en dependencias del Congreso fue tan afectada, ampulosa y barroca como ridícula y evanescente. Nunca se vio tanto boato para tan poca chicha. Las dos votaciones a su investidura fueron un buen tortazo, un buen baño de realidad, que evidenció la verdadera dimensión de un gran paripé, de una gran farsa.
 
Hemos visto también como las disensiones, ceses y rupturas internas en Podemos respecto al pacto no son por si se entra o no en el gobierno de España, ni mucho menos. Nadie piensa en Podemos que haya que formar parte de un gobierno. No quieren mojarse en esta situación y mucho menos si en ese gobierno está Ciudadanos. Otra cosa, como todo en Podemos, es la apariencia, lo que parece que es. Las divergencias están en si se bloquea la investidura y vamos a nuevas elecciones o si se permite la elección de un presidente socialista apoyado por Ciudadanos. Con esta segunda alternativa, durante uno o dos años se puede desestabilizar más el país y, en esa situación de caos, convocar nuevas elecciones donde Podemos logre ser el partido hegemónico de la izquierda y, ahí sí, aspirar a todo. Esa es la cuestión y no otra.
 
A eso es lo que aspira un partido político como Podemos, creado para desestabilizar la democracia española, para subvertir el sistema político, para poner en jaque el modelo constitucional, para acabar con el bipartidismo, para acabar con la alternancia, en definitiva, para acabar con la estabilidad política del país. Esto ya no es ni una opinión, ni una especulación. Para eso pagó Venezuela e Irán a la fundación CEPS, para crear un partido, Podemos, que hiciera todas estas cosas. Así lo dice el documento presentado al mismísimo Chaves por el que el gobierno de Venezuela pagó más de 7 millones de euros: “Esta contratación permitirá estrechar lazos y compromisos con reconocidos representantes de las escuelas de pensamiento de izquierdas, fundamentalmente anticapitalista, que en España puedan crear consensos de fuerzas políticas y movimientos sociales, propiciando cambios políticos aún más afines al gobierno bolivariano”.
 
Que el magma económico y político del que nace Podemos esté formado por regímenes políticos profundamente antidemocráticos, con presos políticos, en los que se persigue penalmente la homosexualidad, en el que el sometimiento social de la mujer es demoledor y en el que los derechos humanos son una entelequia, no hace más que señalarnos hacia donde está balizado nuestro futuro si de Podemos depende.
 
Soy muy consciente de la buena intención que mueve a la gran mayoría de los votantes de Podemos, incluso de cargos electos, lo creo realmente. Es más, me consta. Pero eso no evita que en toda esta maniobra, no sean más que piezas que son movidas a conveniencia sobre el tablero — tampoco un alfil o un peón tienen conciencia de lo que representan —. En esta trama que va más allá de nuestras fronteras, nos estemos jugando mucho más que quién va a ser el próximo presidente del gobierno. Ahora está en juego nuestra democracia, nuestro Estado de Derecho, nuestra Constitución y nuestro modelo de Estado. Lo creo profundamente.
 
Cuando Iglesias dijo que renunciaba a ser vicepresidente, no renunció a nada. Nadie se lo ofreció y nada quería. Su ilusión no es ser vicepresidente. Iglesias aspira a asaltar el cielo y está convencido de que a través de su demagogia y populismo, moviendo las piezas correctamente, lo puede conseguir. El quiere ser presidente. Pablo quiere ser el caudillo bolivariano de España. Ese es su objetivo. Como diría Cruyff, gallina de piel.

Alfredo Castelló Sáez
Diputado del PP en las Cortes Valencianas

 

 

SUCESOS

SALUD