Mamoneos y mamandurrias

Escrito por Bernardo Bartolomé de la Plaza
Viernes, 19 Febrero 2016 14:44

No confunda, querido lector, los dos términos que dan título al presente artículo. Parecieran ser lo mismo, pero uno es consecuencia del otro. Tampoco se deje engañar por el parecido con otro vocablo tan en boga en estos tiempos convulsos. Como le demostraré a continuación, el mamoneo dista mucho del enchufismo.
 
Los ayuntamientos del cambio han tardado muy poco en hacer lo que algunos pronosticábamos. Al fin y al cabo esto es España. La España con eñe de aliño, de cuñado, de amaño y escaño. La España de lo añejo, la pezuña y el se sienten, coño. Todos pensando que iba a ser distinto, que la chavalería entraría a saco Paco en las instituciones desinfectando cual zotal en corraliza y resulta que la muchachada se dedica a practicar lo mismo que aprendieron de sus mayores. Eso sí, con un tonito de superioridad moral para difuminar cualquier atisbo de duda. Vienen preparados y van a por todas. Exnovias, maridos, sobrinos, hermanos, padres… todos colocados como invitados en fin de fiesta rastafari. Para que luego digan que solo el PP se preocupaba de la familia. Pero no es ahí donde quiero poner el foco. Hoy deseo hablarles de un espécimen que vengo analizando desde un tiempo atrás, un sujeto digno de estudio sociológico: el especialista en mamoneo o mamoneador, para ser más exactos.
 
Si bien es cierto que mamoneador y enchufado buscan el mismo fin, un destino que les permita vivir tranquilamente, lo que se conoce como mamandurria, el primero parte de una posición de desventaja respecto del segundo: el mamoneador es un descastado, no pertenece a familia, estirpe o linaje al que acogerse para conseguir su meta. Al contrario que el enchufado, no tiene parentesco con el poder político. Es un proletario de la corruptela, un peón caminero del amiguismo. Un currante nato en la búsqueda de la sinecura. Y ahí es donde reside la principal diferencia. El enchufado espera a que lleguen los suyos mientras el experto en mamoneo no hace distingos. Do it yourself.
 
El mamoneador crea su propia imagen, su historia, su currículum. Es un ente hecho a sí mismo. Se trabaja el asunto a pico y pala, parasitando asociaciones de cualquier tipo: culturales, vecinales, deportivas, religiosas… qué más da. Incluso llega a afiliarse a algún partido político emergente, que en el resto ya está todo el pescado vendido. Ese es el primer paso, la promoción social. Para ello empleará todo el tiempo necesario, porque el mamoneador trabaja sin prisa pero sin pausa. Intentará ganar la privanza de concejales y empresarios poco a poco, a fuego lento. Actos públicos, procesiones, comidas populares… lo importante es salir en la foto, estar en la pomada hasta poner el huevo.
 
Nuestro suelo patrio ha visto nacer a grandes mamoneadores pero no es necesario, querido lector, que busque lejos de casa. Mire a su alrededor. En su municipio encontrará seguramente decenas de ellos. Busque en puestecitos de nueva creación, normalmente relacionados con la cultura, la participación ciudadana o las nuevas tecnologías de la información — TICs lo llaman, por la repetición, supongo — o tal vez en el reparto de colocaciones en cualquier plan de empleo local. Allí los encontrarán, disfrutando de la bicoca, gozando de la canonjía. Y sobre todo vigile cuando se le acerque uno, el mamoneado es el último en enterarse. No pierda de vista la cartera. Tienen más peligro que darle a Bárcenas una hucha el día de la cuestación del Domund.

Bernardo Bartolomé de la Plaza
@BernarBartolome

 

 

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