En las últimas semanas, se ha abierto un debate más que complicado, nada más y nada menos que el referido a cómo y cuándo debemos morir. Por lo sucedido en nuestro Congreso, parece que incluso este tema puede ser susceptible de tener ideología o pensamiento político.

 

El pasado 21 de marzo, Podemos presentó en el Congreso de los Diputados, una proposición de Ley, que más que regular la muerte digna de una persona, trataba de regular el suicidio asistido de un paciente, es decir, el derecho a morir a manos de otro. Pero es que además, esta propuesta no discriminaba si se trataba de afectaciones psíquicas reversibles o irreversibles, no respetaba los preceptos del código penal, no exigía la presencia de fedatario público para manifestar el deseo del enfermo a morir, exigía al facultativo que se declaraba objetor de conciencia a que indicara a otro que hiciera lo que él se acababa de negar a hacer, y para colmo, planteaba la emisión de un informe por parte de un comité de evaluación, que determinara si la eutanasia se había hecho bien o no, ahora bien, con posterioridad al suicidio asistido. ¡¡¡Gran idea!!!

 

Queda bien claro que más que regular una muerte digna, Podemos trataba de anotarse el tanto, de colgarse una medalla o de pasar a la historia por ser el partido que llevó al Congreso esta iniciativa. Y lo hizo casualmente, a sabiendas de que Ciudadanos iba a llevar la siguiente semana su proposición de Ley sobre este mismo tema. Es una irresponsabilidad precipitarse y es una exigencia para todos nuestros representantes en el parlamento que el debate de esta Ley sea sereno y riguroso.

 

Tal y como estaba previsto, el 28 de marzo, Ciudadanos presentó su propia proposición de Ley ante el Congreso de los Diputados, y fue apoyada por todos los grandes partidos, incluido Podemos.

 

Desde Ciudadanos, se plantea un debate abierto y se busca consenso entre todas las fuerzas políticas y un pacto amplio en un tema tan sensible y complejo como es este. Hay que tomar cartas en el asunto, sí, pero hagámoslo bien desde el principio para que la vida y la muerte de nuestros ciudadanos no se conviertan en un circo.

 

Como bien dice mi compañero y diputado, Francisco Igea, “La dignidad no está en cómo morimos, la dignidad está en cómo vivimos, porque somos ciudadanos libres hasta el último de nuestros días”.