Privilegios y Honores (I)

Escrito por Albert Llueca Juesas
Viernes, 04 Diciembre 2015 15:27

Si miramos al diccionario encontramos dos definiciones. Privilegio donde vemos las siguientes acepciones, ventaja, derecho o exención de que disfruta una persona: los nobles tenían privilegios como el de no pagar impuestos, documento en el que figura la concesión de una ventaja, un derecho, un provecho o una exención: en el archivo se conservan los privilegios firmados por el rey y beneficio económico, social o político que se obtiene por poseer un cargo considerado elevado por el resto de la sociedad: los diputados gozan de ciertos privilegios.

También podemos leer honor con las acepciones siguientes, cualidad moral de la persona que actúa de acuerdo con las normas establecidas, de forma justa y diciendo la verdad, respeto y buena opinión que se tiene hacia una persona por sus buenas cualidades morales: todos tenemos derecho al honor, cosa por la que una persona se siente muy halagada o enaltecida: es para mí un honor que me hayan elegido y manifestación pública de respeto, admiración y estima que se ofrece a una persona en razón de su cargo o de su personalidad: rendir honores; recibir honores.

Las guerras, los conflictos y los desordenes sociales que a lo largo de los tiempos ha sido nuestra Ciudad escenario, han propiciado la quema y desaparición de los archivos, tanto los civiles como los religiosos. El archivo municipal desapareció, como nos cuenta Antonio Chabret en la introducción de su libro ‘Nomenclator de las calles, plazas y puertas antiguas y modernas de la Ciudad de Sagunto' (Valencia, 1901), en 1873 a consecuencia de la tercera guerra carlista:

“Sin vacilación puedes creerme, lector carisimo, que este opúsculo que tengo el gusto de recomendar á tu indulgencia, hubiera sido harto sencilla de reunir los materiales de que está formado, si el Archivo municipal de Sagunto, rico depósito de las glorias de la ciudad insigne, no hubiera perecido abrasado por la tea incendiaria de los secuaces del carlismo en 21 de Diciembre de 1873. Allí desaparecieron para siempre los libros de Consells, inapreciable repertorio de todo lo que se deliberaba en lo que ahora llamamos Ayuntamiento; los Aveinaments, que como indica el nombre, contenían el alta y baja de los vecinos en la entonces villa de Murviedro; privilegios, autos, apocas, cabreves y otros muchos documentos que me hubieran proporcionado contingente no menguado de noticias utilísimas para la confección de este libro.

Solo, amedrantado, por el continuo silvar de las balas del Castillo, el que esto escribe, pudo salvar en aquellos días de luto, preciosas reliquias del venerado depósito, que abandonadas aquí y allá por quien ignoraba el valor de aquellos monumentos, ma han servido en gran manera durante el curso de mis investigaciones pátrias”.

Poco más de sesenta años más tarde, en agosto de 1936, el archivo parroquial de la iglesia de Santa María era pasto de las llamas en la plaza Mayor. En aquel archivo se custodiaban importantes documentos de los que se valió el cronista Chabret para la elaboración de sus publicaciones. En la ‘Introducción’ de su mencionado libro, apunta:

“No fueron, sin embargo, tan numerosos que por si sólos bastaran á dar cima al fin deseado, y tuve necesidad de recurrir á nuevas fuentes, que aunque no tan copiosas ni fáciles de utilizar, de todas suertes contribuyeron á esclarecer muchas dudas y á cimentar sobre base sólida otros conocimientos adquiridos de antemano. Tales fueron los protocolos notariales custodiados en el archivo parroquial de Santa María, copioso arsenal de noticias históricas varias que se remontan al siglo XV y bajan al XVIII, en las cuáles la constancia y la paciencia encuentran á veces más de lo que el deseo buscaba, y otros, por el contrario, sólo logran descorrer un poco el velo al punto que se pretende ilustrar, y sirven de acicate para no dejar de la mano la pesada é indigesta lectura, hasta que ahondando más y más la labor pacientísima, surge la luz que ilumina todo el campo de nuestra investigación”.

Con la desaparición de los archivos desapareció la memoria histórica, la memoria de nuestros antepasados, el devenir de nuestras gentes y nuestro territorio. A la hoguera fueron a parar los libros y legajos del Ayuntamiento. Desaparecieron para siempre los libros del ‘Mustafa’, la carta pobla, de las cuentas de la Bahilía de Morvedre, visitas reales y como no, los libros de protocolo, privilegios y honores de Sagunto.

Por suerte Antonio Chabret mantuvo en su poder valiosos documentos que dio a conocer en sus publicaciones (“Sagunto, su historia y sus monumentos”, Barcelona, 1888), aunque por desgracia estos documentos se dan por perdidos o desaparecidos. Es decir, no se sabe con certeza nada acerca de su paradero. Chabret deja muy claro, en los pies de página, que los documentos del archivo municipal estudiados se conservan en su poder.

Albert Llueca Juesas
President de l’Arxiu fotogràfic Llueca-Juesas

 

 

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