El patrimonio industrial y elefantes blancos

Escrito por Julio Bodí Ramiro y Beatriz Santamarina Campos
Viernes, 02 Octubre 2015 11:10

El año 2000 abría la agenda política cultural pública valenciana con un doble titular de gran alcance mediático: el anuncio de la Ciudad de las Artes Escénicas en las viejas instalaciones del quebrado modelo industrial siderometalúrgico de Puerto de Sagunto y la creación de la Ciudad de la Luz en Alicante. Para sus respectivas presentaciones a los medios de comunicación se escogieron dos espacios singulares: el Palacio de Congresos y el Teatro Romano de Sagunto. El primero símbolo de la nueva política de contenedores en la ciudad de Valencia. El segundo, un escenario único, referente patrimonial de los valencianos y de los saguntinos.

En la Ciudad de las Artes Escénicas la escenografía del anuncio arropaba y daba empaque a la puesta de largo de un espectacular proyecto, con una inversión millonaria, que haría de las ruinas de hierro un foco de creación artística nacional e internacional. La apuesta política por la re-conversión creativa, ante la fracasada reconversión industrial, aparecía como una salida de altos vuelos para una ciudad castigada por la deslocalización productiva y por el abandono institucional a apenas pocos kilómetros de la capital valenciana. Además, el anuncio era leído como una compensación simbólica a la pérdida del megaproyecto de la Ciudad de la Luz donde Sagunto había quedado desbancado a favor de Alicante (ante la pérdida de la ciudad del cine tendría la ciudad del teatro). La proclama se presentó como propia, inspirada en la modernidad y en la oportunidad de reactivar activos patrimoniales como generadores de riqueza. Miles de metros cuadrados, enormes instalaciones obsoletas, zonas degradadas por la huella industrial serían transformadas en un enorme complejo cultural como motor económico y creativo.

Pero, ¿cómo interpretar el anuncio de la nueva línea cultural del gobierno valenciano articulada a través de dos mega Ciudades con inversiones millonarias en infraestructuras y dotaciones?  Sin duda, para contextualizar lo sucedido en el Puerto de Sagunto, hay que atender, por un lado, a las políticas neoliberales, urbanas versus culturales. Y, por otro lado, a la propia agenda desplegada por la Generalitat Valenciana en las dos últimas décadas. Con respecto a lo primero, el nuevo modelo de políticas urbanas neoliberales, más conocido como NUP (New Urban Policy) en sus siglas anglosajonas, se ha expandido con cierta rapidez en el estado español. Él mismo puede ser considerado como una redefinición del llamado urbanismo empresarial y su fórmula se sintetiza en una sencilla triada: proyectos arquitectónicos + eventos+promoción en busca de la ciudad creativa. Esta tendencia ha sido la más señalada como responsable de las transformaciones urbanas en este período. Así, durante los últimos años, el foco de actuación urbana y cultural de las políticas públicas, arropadas por un entorno económico favorable, ha perseguido crear nuevas ficciones para entrar en un mercado turístico y financiero cada vez más agresivo. En este contexto, el despliegue de las tecnologías del marketing, la creación de una imagen (city branding), la gestión institucional de la marca (brand management) han sido ejes imprescindibles para su consecución y han convertido en triunfo la mercantilización de estructuras simbólico-clónicas (elefantes blancos) bajo el paraguas de la creatividad.

En relación a lo segundo, las políticas públicas valencianas han seguido las directrices de las NUP, apostando por innumerables proyectos en su territorio, hoy insostenibles o quebrados. En este sentido, la Ciudad de las Artes y las Ciencias (CAC) de la ciudad de València encapsula magistralmente este proceso. En gran medida porque representa la apuesta por la economía de los intangibles: colosales proyectos de arquitectos estrella (archistar); la ofuscación por ser centro de grandes eventos (mega-events) y un descomunal gasto público casado con capital privado.

Para ciertas voces acostumbradas a estudiar estos fenómenos, la espectacular transformación pretendía recuperar para València el viejo movimiento centrífugo que antes tenía la ciudad como imán de atracción de la producción industrial. Esta última lógica, parece haber imperado en Puerto de Sagunto, la reconversión y el fracaso de las políticas socioeconómicas y urbanas, dejaba a merced de la especulación un cementerio siderometalúrgico de grandes dimensiones. La posibilidad de reconvertirlo, buscando la siempre manida réplica de la NUP de posicionarse en el mercado global a través de la competitividad y la creatividad, no pasó por alto. El nacimiento y muerte de la anunciada Ciudad de las Artes Escénicas representan bien el viraje de las viejas estructuras de acero en un elefante blanco, o en otras palabras, en un megaproyecto que más bien se ha convertido en un cementerio de elefantes.

Julio Bodí Ramiro y Beatriz Santamarina Campos
Sociólogo y Antropóloga Social y Cultural

 

 

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